Según un nuevo estudio, las tormentas de verano pueden crear nuevos agujeros en la capa de ozono a medida que la Tierra se calienta, provocando mayor radiación ultravioleta en las zonas más pobladas y convirtiendo el cáncer de piel en un nuevo riesgo del calentamiento global.
Con el calentamiento del planeta las tormentas de verano pueden volverse más frecuentes e intensas, lo que enviaría más vapor de agua, un potente gas de efecto invernadero, a la estratosfera, la capa intermedia de la atmósfera de la Tierra situada entre 14 y 35 kilómetros por encima de su superficie.
James Anderson, químico de la Universidad de Harvard, y su equipo han descubierto a partir de una serie de vuelos sobre Estados Unidos que las tormentas de verano suelen soltar vapor de agua en la estratosfera.
«No hay duda», afirma. «Realizamos varios vuelos y ocurrió en todas las ocasiones».
Según el equipo, el vapor de agua puede provocar reacciones químicas que dañan la capa de ozono, que evita que los rayos ultravioletas alcancen la superficie de la Tierra.
Incluso los daños más pequeños en la capa de ozono pueden hacer que seamos más susceptibles al cáncer de piel y lesiones oculares.
¿Un riesgo para Estados Unidos?
El hallazgo preocupó a Anderson, cuyas investigaciones en los 80 y 90 jugaron un papel fundamental en la redacción del Protocolo de Montreal. El tratado internacional preveía la retirada progresiva de sustancias que dañan la capa de ozono, llamadas clorofluorocarburos, que se encuentran en una gran variedad de productos, incluidos aerosoles y congeladores.
Los clorofluorocarburos liberan un tipo de cloro que destruye partículas de ozono en la estratosfera, especialmente sobre el Ártico y la Antártida.
Estudios posteriores en el Ártico y en el laboratorio revelaron que tanto la temperatura como el vapor de agua son esenciales para la reacción química que hace que el cloro ataque la capa de ozono.
Ahora, el nuevo estudio sobre Estados Unidos sugiere que las tormentas de verano crean la misma combinación en latitudes medias.
«Tenemos la misma composición química que está presente en el Ártico y que destruye la capa de ozono», confirma Anderson.
El hallazgo, publicado hoy en la revista Science, calcula que la pérdida de ozono se produce a un ritmo de entre 4 y 6 por ciento al día en zonas con grandes concentraciones de vapor de agua de la estratosfera. El efecto podría persistir durante varias semanas después de una tormenta.
Lo que más preocupa al científico es dónde y cuándo sucede.
«No se trata de pérdida de ozono en la Antártica y el Ártico en invierno, sino de daños durante el verano en zonas pobladas del Hemisferio norte», señala.